Maga, el personaje femenino central de la novela Rayuela, una mujer de carne y hueso, que Cortazar conoció por avatares del destino. Cortazar creía mucho en la fuerza del destino y del azar, para el los encuentros casuales tenían un significado y trascendencia especial.
La musa de Cortazar, la enigmática Maga protagonista femenina que deambula por Rayuela, el personaje más famoso de su libro más famoso y con el cual tuvo un éxito incalculable, existió. Su nombre: Edith Aron, una mujer entre miles pero de extraña belleza con ojos brillantes que miran muy fijo y el pelo color azabache.
En muchas ocasiones se le pregunto ¿qué había encontrado Cortazar de especial en ella?
Y ella llena de inocencia y risueña contesta: "¿Qué me vio Cortázar? No sé, ¡yo era simplemente una chica buena y agradable!".
Cortázar en agosto de 1951 le escribió a la Maga una carta:
"Querida Edith: No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio, para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para prestarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban).
Yo soy otra vez ése, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre. Pienso en el gusto de volverla a encontrar, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, de que no le divierta la posibilidad de verme. Por eso le pido desde ahora y se lo pido por escrito porque me es más fácil que si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, si no necesita este pedazo de pasado que soy yo, me lo diga sin rodeos. Sería mucho peor disimular un aburrimiento. Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día yo pueda prestarle otro pulóver."
En el momento en que Rayuela fue un boom, recuerda Julio Ortega, editor de la edición crítica francesa de Rayuela "todas las muchachas de la Facultad querían ser la Maga; y todos los hombres querían buscar su Maga, la fantasía masculina de la mujer enigmática que se relaciona con las fuerzas más intuitivas con una sabiduría inocente". Aun la Maga sigue siendo un ideal, un mito. Edith Aron la mujer especial que cautivo a Cortazar con su sencillez, con su irreverencia dulce y su profunda inocencia está y estará siempre inmortalizada entre las páginas de Rayuela:
"Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts.
Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico."
(Rayuela, de Julio Cortázar, 1963)
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